En el centro de la polémica nos encontramos a estas dos figuras que tan poco se quisieron. Los mejores dardos, más ampulosos y con no poco veneno se escribieron en un buen número de versos. No debieron de llegar a las manos por muy poco, probablemente por tener el verbo fácil e inteligente. Tuvo narices que el más joven le diera por pegar por la paredes de la ciudad de Valladolid versos de ardor guerrero contra el mayor en cuatro lustros (que son veinte años). No necesitaron de acero templado, de espada toledana, y aunque no llegó la sangre al río, río de tintas llenaron con carámbanos y retruecanos, como rayos y centellas. No cesaron en su ceño fruncido o la ceja alzada, el ataque frontal o por estocada, y en todo ello que duró toda la vida, encontraron amigos y enemigos.
¿Podrías decir a qué insignes escritores pertenecen estás egregias narices? Sigue la pista contestando a unas sencillas preguntas en este formulario.
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